Reseña: Drácula de Netflix
Hay historias inmortales
que nos a traído la literatura y por ende, fueron trasladadas a otros medios
creando a los clásicos seres de culto del mundo del horror. Aunque resulta
curioso que los 3 monstruos legendarios que fueran trasladados a la gran
pantalla por la Hammer no provengan exactamente de relatos de terror, muerte y
miseria. El monstruo de la laguna negra es una historia de aceptación y racismo.
Frankenstein es la historia de la soberbia de un hombre y los lamentables pecados
de su vida que adjudica a su monstruosa creación, la cual solo desea ser
querido por su creador. Finalmente Drácula es un relato de romance gótico con
una tragedia enorme como el centro de todo. Esta última historia ha sido
trasladada a diferentes formadas y alterada en varias ocasiones para explorar
una infinidad de panoramas para con el rey de los no muertos. Hoy hablaremos
precisamente de la más reciente re interpretación del mítico conde de
Transilvanya. Mis queridos visitantes, la guarida se abre nuevamente para
reseñar Drácula de Netflix.
Todos conocemos al Conde
de Drácula, inspirado en el personaje histórico de Vlad el empalador y del cual
Bram Stoker nos dio el símbolo del vampirismo en la literatura y posteriormente
en la cultura popular. Muchos conocemos la trágica historia tras el personaje y
aunque algunos lo duden, la historia original de Drácula es un bello romance gótico
que muy pocas veces ha sido trasladado con éxito a un medio de entretenimiento
(la versión de Coppola es la excepción). Al inicio yo llevaba la expectativa que
al tratarse de una serie para la plataforma de la gran N, esta sería enfocada en la visionaria obra de Stoker, pero la realidad es que Netflix busca
crear (con colaboración de BBC) una historia propia con un personaje con
ciertas semejanzas a la leyenda del Conde pero remodelando el concepto a uno
que se centra en la maldad.
La historia inicia a
partir de la historia original de Stoker, con Harker, un abogado ingles
visitando por primera vez la abadía del Conde Drácula y volviéndose un invitado
prolongado en su hogar más a la fuerza que por gusto propio. A partir de aquí seguiremos
a nuestro demoníaco protagonista en un viaje para llegar a Inglaterra y
convertirla en su nueva tierra oscura. En papel, puede que la idea resulte un
tanto banal y hasta cierto punto decadente para un personaje tan complejo como Drácula.
Pero, sería ridículo condenar a la serie por ello. Muchas películas y series han
modificado terriblemente a Drácula de su concepto de origen y han resultado ser
extraordinarias cintas, el mejor ejemplo el filme de la Hammer con Béla Lugosi. Para sorpresa de todos, este simple concepto resulta en una travesía interesante de explorar a detalle.
Debo decir que la serie
es un interesante proyecto de re construcción del vampiro que ha sido escrito
inteligentemente. Mark Gatiss y Steven Moffat son los encargados de escribir
esta mini serie de 3 capítulos con una duración de 1 hora con 30 minutos por
capitulo. Y es posiblemente este grupo de escritores lo que traen lo mejor y lo
peor de esta nueva versión. Puesto que mientras los primeros dos capítulos
resultan oro puro para los amantes del vampiro (quien en últimos años se ha
visto gravemente afectado por literatura juvenil barata e interpretaciones
risibles del mito) pero su tercer capítulo y el clímax de la serie resulta un
tanto chocante en su estilo en comparación a sus predecesores, pero de eso
hablare a detalle más adelante.
Iniciemos el análisis hablando
de sus actuaciones. Las series televisivas no resaltan mayoritariamente por
este apartado, mucho menos aquellas que son pensadas como mini series donde lo más
que aspiramos a recibir son actuaciones aceptables, pero nada más. En su lugar
este nuevo Drácula nos entrega un compendio de actuaciones mayoritariamente
sobresalientes, dejando solo a 2 o 3 personajes menores con actuaciones de un
nivel inferior al de sus protagonistas, antagonistas y recurrentes. Todos
entregan un gran trabajo pero la verdadera sorpresa recae en nuestro actor
principal. Claes Bang nos entrega, lo que posiblemente sea, el mejor Drácula
que un medio audio visual ha visto desde la interpretación de Gary Oldman en el
filme de Coppola. Esto es debido a sus matices, las capas que el actor logra reflejar
en cada uno de los capítulos y la manera de hablar, actuar y hasta de mirar que
va teniendo el personaje conforme avanzamos la trama.
La escritura del Drácula
de Moffat y Gatiss es brutal. Drácula tanto en la novela original como en el
filme de Coppola donde sufría su condena y vivía martirizado por el estigma de
su tragedia, en esta serie disfruta de su existencia como un vampiro e hijo de
la noche. Disfruta de la visión de ser una entidad que se encuentra sobre el
hombre común, despreciando a sus víctimas como mundanos bocadillos de media
noche. Disfruta de actuar como una bestia escondida tras la imagen de la gallardearía,
pero sin dejar de ser ese personaje atractivo, sexual e inconfundible. Podemos
decir en resumidas palabras que esta historia es la recreación perfecta de Drácula
para validar un monstruo de antaño en pleno 2020.
Otro elemento que es
extraño de encontrar, pero que a su mismo tiempo causa que tenga un alma propia
el vampiro de Claes Bang es el uso del humor negro, incluso grotesco por
momentos. La manera en que usan el cinismo y la ironía para bromear con
resultados desalentadores para los pobres diablos que escuchan al conde resulta
exquisitamente perturbador. El mejor ejemplo de ello puede encontrarse en el
primer capítulo, en un momento dentro de cierto convento. El humor puede ser un
tanto extraño para los más puristas del personaje, pero este agregado le hace tener
un sabor modernizado sin quitar la elegancia y gallardearía característica de
nuestro amado señor de la noche.
Ahora, un punto negativo
es posiblemente la escritura del tercer capítulo, ya que es el que más controversia
causa entre críticos y espectadores por igual. El problema recae en que es un
estilo de escritura completamente opuesta a los dos primeros. Mientras los capítulos
1 y 2 son un compendio de horror gótico preciosamente aderezado con un toque de
seducción y sangre, el tercer capítulo se siente aletargado por colocar a
nuestro protagonista en un mundo moderno, donde debe acostumbrarse a las
excentricidades de nuestra sociedad a la vez que nos encontramos a un conde que
pareciera moverse bajo una mentalidad de empresario con oscuros secretos.
La idea de plantar a Drácula
en plena modernidad no es algo que nunca se hubiera hecho con anterioridad,
pero el ritmo lento de este capítulo es el que puede alejar a muchos del clímax
de la historia. El nuevo romance, las aplicaciones metidas de calzador como Skype
y los celulares, parecieran un desesperado intento de publicad más que una
necesidad narrativa. Pero, si logran superar los primeros 40 minutos, el resto
del capítulo es interesante de ver. Soy un fiel partidario de que si a inicios
de milenio la mayoría acepto de buena forma filmes como Drácula 2000, los letárgicos
40 minutos iniciales del tercer capítulo no deberían ser más que un desarrollo
lento con un par de decisiones desafortunadas para con el personaje.
Otro punto fallido podría
considerarse la estructura de la banda sonora. Si bien, resulta encantador durante
el primer capítulo y parte del segundo. La banda sonora es muy repetitiva por momentos,
tanto que aquellas primeras melodías góticas que nos cautivan en primera
instancia se vuelven un acompañamiento por compromiso más que por necesidad de
presencia.
Para retornar a los
puntos positivos, nos encontramos ante una serie que no tiene miedo a mostrar
contenido fuerte. Esta historia nos deja desde los primeros momentos que nos
encontramos ante un relato de terror gótico en su máxima potencia. El manejo de
las reglas base de la mitología vampirca utilizadas de una manera ingeniosa que
en lugar de solo cumplir con colocarlas como un arquetipo común, la serie juega
con ella y las lleva a ciertos puntos donde los mismos personajes que sufren
ante ellas se preguntan cómo funcionan en el estado más dogmático posible. ¿Qué
lógica exista en un ser que rompe la logística de una realidad humana?
A su vez la brutalidad de
las muertes y las transformaciones grotescas juegan un espectáculo visual increíble.
Pareciera por momentos que ciertos elementos han salido de una película de Rob
Zombie, donde los intestinos, la piel y demás emergen en la pantalla
esparciendo un repúgnate pero atrayente espectáculo, pero filmados con un
estilo artístico donde podemos ver absolutamente todo y se es obvio que los
efectos prácticos están más presentes que el CGI. Muertos, ghouls,
transformaciones, animales, víctimas de anatomías corruptas y metamorfosis
hermosamente puestas en pantalla son las cosas que podemos esperar dentro de
eta mini serie, que al final solo nos hace cuestionarnos como lo hace desde el
primer capítulo. ¿Al final todos perdemos o el mismo Conde ha sido perdedor de
un juego imposible? ¿La humanidad es peor o mejor que un ser sediento de poder
y muerte?
En conclusión. Drácula de
Netflix es una serie increíblemente bien hecha que toma cosas de la vieja
escuela para modernizar una leyenda de la cultura popular. Lamentablemente no
todo es perfección y la última parte de esta historia lleva un ritmo cansado y
que rompe bastante con el estilo narrativo, pero que a final de cuentas es un
daño superficial para una serie que ofrece mucha calidad y limitados errores
que no arruinan una obra que se siente mayoritariamente bien planeada. Yo le
doy un 8.5 de calificación. Ahora es momento de partir mis queridos visitantes,
hasta una próxima reseña. Nos vemos pronto.
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